Los Formales y el Felo
La cesantía me ha hecho caer en las pegas sin proyección, y aunque lo había evitado, no me avergüenza. Claro que el otro día en el Alto Las Condes me encontré con un conocido y le conté que estaba allí haciendo encuestas, a lo cual me contestó algo del estilo “a eso has llegado”. Supongo que no era un desprecio, pero a mí me llegó como algo que aun no había sentido, el darme cuenta ser una cesante ilustrada. Bueno, el periodismo no es una carrera que exija mucha ilustración…, yo sólo me percaté de lo que hacía y no tenía nada que ver conmigo, por lo tanto por qué no era otra persona la que estaba allí esperando a que alguien contrate un plan de celular?
Yo, que estudié bachillerato, periodismo, algo de literatura, guion y gestión cultural… Yo, que no aprecio ni a los celulares ni a los cuicos… estaba ahí, en el templo mismo de celulares y cuicos. Ahí, vendiéndome con una sonrisa para que accedieran a contestar mis preguntas. Me arrepentí de todas las veces que le dije a un encuestador que iba apurada o que simplemente no soy el target de su estudio (bueno, esto nunca lo dije, pero lo he pensado porque sé que no soy el target de casi nada). La última vez había aceptado probar unas papas fritas solo por el hecho de que recompensaban con una entrada al cine, las otras veces siempre rechazo, y ahora comprendí lo que se siente.
Lo peor de mi condición de encuestadora era la ilegalidad. Pensaba “cómo, no se puede ejercer la prostitución en el barrio El Golf ni tampoco el oficio de encuestadora en el mall???... a estos seres no se les puede molestar con nada”. Así fue que tuve que idear la clandestinidad. Cuando veía a un cliente en el mesón de alguna compañía, lo miraba desde lejos con una revista en el brazo. Entonces cuando ya hubo de firmar todo papel que lo hacía dueño de un plan, yo caminaba rapidito hasta llegar a su lado y hacer la pregunta del millón. Los que tenían cara de buena onda no eran pesados, los que se veían más cuicos, obvio que no contestaban. La tensión era de espía, bajo la mirada suspicaz de algún guardia que quizá pensó que estaba ideando un atentado al consumismo mismo.
Pero como mi cesantía tiene algo de vida de ricos y famosos, es bastante variada. Por eso también han pasado cosas mucho más divertidas que andar encuestando en el mall. Una de ellas fue la grabación de un saludo del trovador Eduardo Peralta y Felo. Mi pago fue una invitación a comer a El Parrón, así que partimos con unos camarones al pil pil acompañados por pisco sour, y luego el plato de fondo con unas copitas de vino. Por lo que sin querer, y con Felo que es poco serio, a la hora de grabar el asunto no parábamos de reirnos. La gente tocaba la bocina cuando cruzamos Providencia a la mala y con la cámara y trípode colgando. Imposible pasar desapercibido con un personaje de la tele al lado.
También he garzoneado para una banquetera, una señora muy de otro mundo, de ese mundo en el cual importan la disposición de un queso con un tomate en una bandeja. Fue algo gracioso estar en la servidumbre de una señora cuica, dando instrucciones ridículas. La verdad es que me gusta mandarme yo, aun siendo algo menos rentable. Lejos prefiero ir a vender ropa y otros cachureos en la feria, o almorzar con famosos de bajo pefil. Ser una pobre free lance que vive en la informalidad de proyectos inestables a trabajar en la oficina de la señora Martita. Aunque como que ahora no me puedo permitir mucho todo eso...
Pero como mi cesantía tiene algo de vida de ricos y famosos, es bastante variada. Por eso también han pasado cosas mucho más divertidas que andar encuestando en el mall. Una de ellas fue la grabación de un saludo del trovador Eduardo Peralta y Felo. Mi pago fue una invitación a comer a El Parrón, así que partimos con unos camarones al pil pil acompañados por pisco sour, y luego el plato de fondo con unas copitas de vino. Por lo que sin querer, y con Felo que es poco serio, a la hora de grabar el asunto no parábamos de reirnos. La gente tocaba la bocina cuando cruzamos Providencia a la mala y con la cámara y trípode colgando. Imposible pasar desapercibido con un personaje de la tele al lado.
También he garzoneado para una banquetera, una señora muy de otro mundo, de ese mundo en el cual importan la disposición de un queso con un tomate en una bandeja. Fue algo gracioso estar en la servidumbre de una señora cuica, dando instrucciones ridículas. La verdad es que me gusta mandarme yo, aun siendo algo menos rentable. Lejos prefiero ir a vender ropa y otros cachureos en la feria, o almorzar con famosos de bajo pefil. Ser una pobre free lance que vive en la informalidad de proyectos inestables a trabajar en la oficina de la señora Martita. Aunque como que ahora no me puedo permitir mucho todo eso...