Feliz de perder... por un rato no muy largo
Me desaparecí del mapa blogger porque sufrí cierto síndrome de Barton Fink. Me quedé pegada mirando la pared, videos de youtube, y fotos de gente en el mundo del care’libro. Encerrada en el mimismo que ahogó esa Joe Pino en el vacío mar de joepinólogos que en 140 caracteres deben dar su "opinión pública".
También entré al apasionante mundo de la postulación, pudiendo cumplir el deseo adolescente de tener un programa de radio. De esos días felices la terapia de autoayuda para el pánico escénico, no fue de shock, pues de hecho si no fuera por la participación de mi gran amiga Fefa, aún estaría haciendo minutos de silencio al aire, y evitando el arte de la improvisación.
Como casi todo lo bueno de la vida, la radio fue desapareciendo, para llegar a lo audiovisual, lo que acabó siendo desastre en términos sociales y laborales… Igual el creerse guionista te da cierto status, pero si antes era alternativo, la pose le ganó a la onda.
Luego surgieron las psicosis colectivas, siendo la gripe A1N1 el motivo del nombre de un nuevo programa radial: Fiebre Porcine. Conducido junto a mi querido hermano y un español con delirios woodyalienísticos. Allí tuve el síndrome Claudia Conserva del panel, defendiendo películas mamonas y comedias de Jim Carrey… pero fueron buenos tiempos nerds, jugando trivias de frases célebres, y regalando películas piratas al público que supiera alguna nimiedad del cine.
La dispersión y gusto por las causas nobles me condujeron a una organización pro-biciclistas, razón por la cual descubrí las furias internas entre los pedaleros. Perspectiva que, en gran parte, te hace insoportablemente escéptico de todo afán de colectividad. Y es que parece que todos prefieren un monociclo.
Han sido tiempos bicentenarios..., difíciles..., molestosos. Creo que he invertido en perder. Buscando hacer negocio de mi pasión por el ocio. Ayudando a personas que desarrollan sus proyectos sin noción de equipo y tiempo. Y… sin fines de lucro... he estado cantando como Ana Belén “Oh freelancé freelancé”.
También entré al apasionante mundo de la postulación, pudiendo cumplir el deseo adolescente de tener un programa de radio. De esos días felices la terapia de autoayuda para el pánico escénico, no fue de shock, pues de hecho si no fuera por la participación de mi gran amiga Fefa, aún estaría haciendo minutos de silencio al aire, y evitando el arte de la improvisación.
Como casi todo lo bueno de la vida, la radio fue desapareciendo, para llegar a lo audiovisual, lo que acabó siendo desastre en términos sociales y laborales… Igual el creerse guionista te da cierto status, pero si antes era alternativo, la pose le ganó a la onda.
Luego surgieron las psicosis colectivas, siendo la gripe A1N1 el motivo del nombre de un nuevo programa radial: Fiebre Porcine. Conducido junto a mi querido hermano y un español con delirios woodyalienísticos. Allí tuve el síndrome Claudia Conserva del panel, defendiendo películas mamonas y comedias de Jim Carrey… pero fueron buenos tiempos nerds, jugando trivias de frases célebres, y regalando películas piratas al público que supiera alguna nimiedad del cine.
La dispersión y gusto por las causas nobles me condujeron a una organización pro-biciclistas, razón por la cual descubrí las furias internas entre los pedaleros. Perspectiva que, en gran parte, te hace insoportablemente escéptico de todo afán de colectividad. Y es que parece que todos prefieren un monociclo.
Han sido tiempos bicentenarios..., difíciles..., molestosos. Creo que he invertido en perder. Buscando hacer negocio de mi pasión por el ocio. Ayudando a personas que desarrollan sus proyectos sin noción de equipo y tiempo. Y… sin fines de lucro... he estado cantando como Ana Belén “Oh freelancé freelancé”.