Debo decir que mucho del material de este medio de comunicación se basa en mi ociosidad. Pero los últimos días han sido activos, precisamente en un mes que me es conflictivo. No solo por el ánimo patriótico y el folklore quincherístico que invade los parques y supermercados para el cumpleaños de Chile, sino porque se viene el mío, y los 26 pesan.
Todo partió con un dolor de cuello insoportable que duró días. Gracias a él debía saludar a la gente inclinando todo mi cuerpo y moviéndome como robot, y acciones como prender el computador y cambiar de posición mi cabeza en la almohada resultaron de un tortuoso esfuerzo. Creo que fue un castigo por haberme quedado dormida incómoda viendo el último capítulo de
Sex and the city en vez de haber ido a pasar las últimas horas con Vidal en Chile. Incluso pensaba que la situación de Sara Jessica Parker en algo se parecía a la de él, pues terminaba en París, pero odiando a los franceses y volviendo a Nueva York. Por suerte al Seba en su primera semana le ha ido estupendo, y todo anuncia un futuro prometedor. Recibido por Pati, gran compañera de curso que se fue hace años para estudiar arte, nuestro guía espiritual parece andar por ancho camino, y en ese paso ya nos ha enviado algunas fotos, como la que vemos en que señala su recepción en las calles. La tristeza de su ida, aunque no superada, ya pasó.
Así que mientras para nosotros empieza la primavera, a otros les toca el otoño. Entre ellos Marcel, que se fue, sin despedirse, a aprender inglés al país civilizado de Norteamérica. Canadá tendrá otro valioso embajador. La decepción de no haberlo visto, se me pasó.
También con Gaby pusimos fin a una historia de la cual no voy a hablar para que resulte. No es que sea supersticiosa, pero desde que un tipo me grito "virgo neto" un día en que el horóscopo del matinal me diagnosticó una mala semana, como que ando más insegura, quizá porque efectivamente soy parte de ese maldito signo. Pero ya se me pasó el enojo zodiacal. El de los años, todavía no.
Y mientras Agassi se retira del tenis, mientras el juez Garzón no es despedido con honores en el aeropuerto por los seguidores del rey de los huevones, mientras el cazador de cocodrilos muere picado por una manta raya, me resigno a la realidad de septiembre. Espero con ansias sus noticias fonderas, sus lluvias atemporales, su primavera de ausentes. Sin embargo, mientras lloro por un pasado mejor, que ya pasó, tengo el honor de presentarles a los nuevos compañeros de piso: Rodrigo, otro guitarrista, y su polola Carolina, una francesa que estudia Fotografía. Una nueva serie se estrena en un Depto de Ñuñork: Cuatro son multitud. Porque la de Tres ya pasó.